La educación en los tiempos del cólera

Hace algunos días estaba comiendo con algunas compañeras y salió el tema de la educación de sus hijos. La situación para los jóvenes en España, como todo el mundo sabe, no es nada halagüeña. Yo no tengo hijos, pero tengo opinión.

Una de ellas comentaba que su hijo, ya adolescente, estaba desorientado: ¿para qué estudiar si va a dar igual? ¿para qué elegir entre estudiar y no estudiar si el resultado es el mismo?

La situación es difícil porque… ¿¡qué carajo le vas a decir!? ¿Acaso no tiene razón? Entre otras cosas del día a día, esta semana, además, se ha sabido por la Encuesta de Población Activa que más de la mitad de los jóvenes españoles  —el 53,2 por cien, que se dice pronto— está en el paro. Datos asombrosos y escalofriante la respuesta de la sociedad. Nos debería dar vergüenza, pero ya ni siquiera nos indignamos. Nos debería dar miedo, pero ese miedo nos está paralizando en lugar de hacer que no paremos de hacer cosas.

Sin embargo, con todas las dificultades habidas y por haber, las oportunidades que se presenten en el futuro pasarán por una mejor educación y no por estudiar menos. Algunos piensan como yo y los datos les respaldan. Cuando en un país, al que le iba bien, la tasa de paro era del 8 por cien, algo no cuadraba entonces: el problema del paro es de regulación. Aunque las leyes no sean suficientes para resolverlo.

Pero estudiar, al menos como yo lo veo, no pasa por ir a la Universidad y sentarse en una silla a escuchar. No, por ahí no. Pasa por formarse —preferiblemente en lo que a uno le gusta; es algo determinante para tener éxito—, ir a la Universidad o no y, posteriormente, hacer, hacer y hacer. Sin dejar de formarse en el futuro.

Siempre digo que ir a la universidad es mejor que no ir, pero también creo que no debería ir todo el mundo. Antes de que se me tiren al cuello, diré que soy partidario de una Universidad pública, pero no una que acoja a todo aquel que quiera entrar. De forma resumida, siempre digo que quiero “una Universidad de todos, pero no para todos”. Algunos me argumentan que todo el mundo debería tener una educación universitaria y yo respondo que no, que debería tenerla todo el mundo que quiera y que se lo merezca. Hay muchas alternativas, pero las tocaré otro día que tengo ganas: hoy no escribí para eso.

Volviendo al tema, uno puede sentirse estafado: ha estudiado unos años y, cuando termina, no vale para nada. Es una forma de ver las cosas, pero no es la mía. No digo que no haya injusticias y que no haya que combatirlas, por favor: digo que la vida nunca ha sido fácil y la universidad no lo es todo. Luego hay que pelearlo. Y también digo que, para trabajar, no hace falta ir a la universidad: a la universidad no se va para encontrar trabajo.

Además, nos tachan de la generación más preparada de la Historia de España. Y es aquí cuando me descojono. Tengo amigos y compañeros de estudios que, por no saber, no saben ni escribir. Y es jodido. La falta de competitividad del español medio es bestial y, de alguna manera, tenemos complejos: cualquiera cambio que hagamos en la dirección correcta, es criticado de forma feroz diciendo que nos quitan nuestros derechos. Como si los derechos a uno se los regalaran y no hubiera que conquistarlos. En cierto modo, suscribo las palabras de este señor. Especialmente en el punto número cuatro.

Sé que el post no está quedando todo lo claro que me gustaría, pero es que la situación no es fácil de resumir.

Ahora estamos abajo, pero pronto estaremos arriba. Mucho más pronto de lo que algunos se creen. Lo que no quiere decir que volvamos al lugar en el que estuvimos. Saldremos reforzados, pero será otro escenario distinto. Y es por eso que la educación será vital: vamos a un mundo globalizado, sustentado en altas tecnologías, competitivo a nivel mundial, con muchísimas oportunidades para quien quiera aprovecharlas, pero con muchos problemas para quien quede descolgado. Prestar atención a los minutos [2.45 – 4.00], [4.30 – 5.20] y [12.30 – 13.30].

 

La educación en Corea del Sur

Hace unos días estuve comiendo con un colega coreano. No os voy a engañar, me pone los dientes largos cuando me hablan de educación: le tienen un respeto increíble y eso es algo que me llama mucho la atención. No todo es perfecto pero lo saben e intentan mejorarlo. Este hombre me contaba que un profesor universitario es una posición muy codiciada en el país: ellos tienen un buen salario, gran respeto y educación, así como apoyo gubernamental. Está bien visto.

Todos los profesores con los que he hablado han realizado, mucho años atrás, estudios en el extranjero. Principalmente en Estados Unidos o Reino Unido, ¿pueden decir lo mismo los profesores españoles? No sé si será el ambiente en el que me muevo pero casi todos hablan inglés. Perfectamente. Obviamente, a los más mayores les cuesta más que a los jóvenes, pero van tirando. Al menos, lo intentan. No es fácil acceder a un puesto y sufren varios controles y pruebas de acceso.

Otra cosa que me llama la atención es que, en las clases, no habla nadie. Todo el mundo escucha al profesor (casi todo el mundo, he visto a dos o tres dormir con un descaro alucinante). Y no lo he visto en una sola clase. Intento moverme todo lo que puedo. Igualito, oigan. Si tienen que participar, participan. ¿Lo hacen todos? Obviamente, no: los hay más tímidos y menos, pero al que lo hace se le mira bien, no mal.

Siendo una economía todavía en desarrollo y con un gasto en educación relativamente moderado, Corea del Sur tiene uno de los sistemas educacionales más avanzados en materia tecnológica del mundo, sorprendiendo además con los excelentes resultados obtenidos en las pruebas internacionales. En mi opinión, por lo que poco que puedo apreciar, se trata de un acuerdo político que aguanta desde hace más de cincuenta años. En España, un hombre serio y que sabe lo que hace como puede ser Gabilondo, ministro de Educación, no ha podido, por más que lo ha intentado, llegar a un Gran acuerdo sobre educación, ¿qué mierda de país queremos? Según la OCDE, Corea del Sur era, hace cincuenta años, un país que estaba al mismo nivel que Afganistán. Es más, tras la guerra civil que sufrieron, entre el 1950 y el 1953, Corea del Sur era mucho más pobre que Corea del Norte. Hoy día, el PIB del Sur multiplica al del Norte por casi 37. Y Corea del Sur es uno de los países que está a la cabeza en cuanto a patentes: se vuelcan en la educación práctica.

El sistema educativo coreano consiste en seis años de primaria, otros seis de secundaria y de dos a cinco años de educación superior. La educación secundaria se divide en la académica y la profesional y la educación superior está clasificada en cuatro categorías: entre ellas, universidad y universidad de profesores.

Obviamente, como ya dije antes, no todo es perfecto. Este artículo de El País lo resume muy bien, aunque, por mi experiencia, no puedo decir que las clases estén masificadas.

En mi opinión, la clave es el respeto y la puesta en valor de la educación. Además, a los estudiantes no se les miente, el sistema coreano es muy, muy competitivo y, quien no se lo curra, no gana. Ellos lo saben y se ponen al día.

Un par de anécdotas, justo al lado de donde vivo, hay un joven que, siempre que paso, está estudiando. Estoy por acercarme a él y decirle que se tome un descanso. Salgo un día a las 8am y ya está allí. Vuelvo a las 9pm y sigue allí. Es buen resumen de lo que quiero decir. Y, sobre todo, la cosa es que el hecho de que haga eso no está mal visto. Esa es la clave.

De igual modo, una chica me contaba el otro día que, tres veces a la semana, se levanta a las 5am para ir al Instituto de Lengua Inglesa: se está preparando un examen de inglés. De forma obvia, seguidamente comienza sus clases en la universidad a primera hora. En España, aunque soy consciente de que hay gente que hace algo similar, por decirlo de alguna manera, no está bien visto. Te tacharían de loco.

Espíritu de colaboración

Ese momento en el que mandas un email a un tipo de Buffalo solicitándole ayuda; ese momento en el que te contesta ayudándote y diciendo que contactes con un tipo de Leeds; ese momento que contactas con el de Leeds, te da lo que tú quieres de manera generosa y te manda hablar con un australiano; ese momento en el que el australiano te contesta y, entre todos, te solucionan el trabajo de, al menos, tres semanas. Esos momentos.