Lecturas: ‘El entretenimiento en la televisión española. Historia, industria y mercado’, de Enrique Guerrero

Enrique Guerrero, en ‘El entretenimiento en la televisión española. Historia, industria y mercado’, realiza un logrado repaso de la historia de la televisión española a través de los programas de diversos géneros de entretenimiento que han tenido más éxito en España. Pero no sólo eso. Además, el autor analiza las relaciones cómo este tipo de productos se producen, muestra cómo se han programado y por qué, y desgrana las claves de futuro de la industria.

El libro se encuentra dividido en tres partes. La primera trata la evolución de las programas de entretenimiento en otros tres capítulos: la etapa monopolística de RTVE, los inicios de la competencia hasta el año 2000 y el auge de los realities como fórmulas acaparadoras de gran éxito de audiencias.

La segunda parte se centra en analizar, de forma pormenorizada, los principales protagonistas de la industria del entretenimiento: las cadenas de televisión generalistas y las productoras de contenidos. A mí, personalmente, me parece interesantísimo el capítulo que trata las relaciones comerciales entre ambos.

En el tercero y último capítulo, Enrique trata, como ya se comentó, el mercado de los productos televisivos de entretenimiento en España.

Sin duda, es un libro altamente recomendable, pues es bastante compactado y bien documentado durante sus casi 400 páginas.

Goleada de Cuatro en noche de Champions

El partido de anoche se jugaba en La 1, pero fue Cuatro la cadena que metió varios goles ayer. Lo decía ayer en mi Twitter: se debía estar atento al share que Cuatro hiciera esa noche, pues su apuesta era bastante potente.

El primer tanto, en propia puerta, se lo marcó Buenafuente. Vino a decir que Alonso debería ir a LaSexta y no a Cuatro porque ellos habían pagado por el Mundial de Fórmula 1. Yo me pregunto: ¿habría pagado LaSexta si Alonso no llevara a la audiencia? ¿el contrato de Mediapro es con Alonso o con Formula One Management? Lo que consiguió el presentador estrella de LaSexta fue levantar más polémica o, lo que es lo mismo, publicidad gratuita a la que es su cadena rival. Metedura de pata perdonable —todo el mundo se equivoca y estoy seguro que Buenafuente es un gran tipo— que por Twitter corría que se las pelaba…

Por suerte para Cuatro, ‘El hormiguero’ superó los 2,5 millones de espectadores y obtuvo un 14,5 por ciento de cuota de pantalla. Recordar que su media se encuentra en torno al 8-10 por ciento y que es la segunda vez que consiguen datos similares en esta nueva temporada —el primero que lo consiguió fue Will Smith, en el estreno— . Han empezado fuertes, readaptando el formato a la situación actual.

Este era uno de los grandes problemas del programa. Cuesta mucho más que los formatos con los que compite en el access prime time y, en mi opinión, corría peligro de que se lo cargaran —al menos en su forma habitual— pues las cadenas competidoras —‘El Club del Chiste’ y ‘El intermedio’— estaban consiguiendo arañarle décimas de audiencia al final de la temporada pasada. Fernando Alonso hizo ayer otras de sus famosas salidas vestido de rojo, esta vez ‘rojo Cuatro’.

Sin embargo, la gran triunfadora —estreno del Barcelona en Champions League a un lado— fue la serie ‘Los Pilares de la Tierra’. Cuatro marcó unos índices de audiencias históricos para ella: superó los 5,1 millones de espectadores y consiguió un 31,1 por ciento de cuota de pantalla. Sin ser fútbol y en el clima de fragmentación reinante, el golazo fue por la escuadra.

La producción ha costado cerca de 40 millones de dólares y es un proyecto entre la productora de los hermanos Scott, la alemana Tandem Communications y la canadiense Muse Entertainment. Personalmente me esperaba otro tipo de serie, desde la ambientación al guión, pero todavía no sé si me gustó o me dejó de gustar. Habrá que darle otra oportunidad. De lo que sí estoy seguro es que por Tres Cantos deben estar dando palmas.

La cadena, la programación y la evaporación de la rejilla

Para poder entender el éxito de las actuales producciones de ficción televisiva, se requiere analizar previamente algunos otros aspectos ya apuntados en el anterior post.

En dicho análisis la importancia de las políticas de programación de las cadenas televisivas es muy grande. Tanto es así que es calificada como ‘el lenguaje específico de la televisión’ e instancia por la cual ‘la televisión va revelando también su esencia económica, su integración con el marketing, sus objetivos de máxima fidelidad de la máxima audiencia durante el máximo tiempo posible’ (Bustamante, 1999:94).

La importancia del prime time como bloque estelar de la programación, su peso en términos de audiencia, ha hecho que muy a menudo decida la marcha global de la cadena (Contreras y Palacio, 2001: 139). En Estados Unidos, como en cualquier otro lugar, como sucede en cualquier otro programa, la ficción narrativa surge de las necesidades de programación de las diferentes cadenas. De hecho, en múltiples ocasiones, este tipo de producto, como formato estrella por sus especiales características, suele ocupar el prime time.

Si bien su importancia se diluye en la televisión del futuro mientras que el concepto de programación televisiva se pone en cuestión, es importante comprender que los hábitos de los consumidores no cambian tan deprisa como a algunos les gustaría y que la televisión ocupará un lugar central en la creación de valor de los contenidos audiovisuales del futuro. Buscando información sobre el tema, he encontrado la siguiente cita en el blog de Bernardo Hernández, que refleja bien lo que quiero decir, prestando especial atención a la segunda parte: ‘Internet ha dado a los pequeños y buenos en sus nichos una oportunidad que antes nunca habían tenido. Pero también está haciendo que los grandes sean aún más grandes. Internet hará que los grandes éxitos sean aún más grandes y no más pequeños como esperaba [Chris] Anderson’.

En la mayoría de los casos, son las cadenas, difusoras de los contenidos, quienes gestan la gran cantidad de estrenos que cada temporada se programa en antena. Ésta como anuncia Villagrasa, ‘ha de tener en cuenta para la programación y, por consiguiente, para los encargos de producción, la oferta paralela de las otras cadenas, los propios contenidos, su colocación en la parrilla y los hábitos de consumo de la audiencia’ (Villagrasa, 1992: 47). En este sentido, Miguel Cantor enuncia seis tipos de control que la cadena ejerce sobre la producción de programas:

—    Financia el desarrollo de ideas argumentales, guiones y pilotos.

—    Decide qué tipo de programa de ficción narrativa será emitido cada periodo de programación.

—    Decide cuándo aparecerá un programa especial durante la hora punta.

—    Decide si una serie que ya está en emisión será cancelada o sí continuará.

—    Aplica la censura a todos los guiones en el nombre de la autorregulación.

—    Decide cuánto tiempo dedicará a cada uno de los géneros televisivos.

La rejilla de programación es el producto central del medio y convierte al programador en figura central. La configuración de la oferta de contenidos de cualquier canal pasa siempre por ella: las diferentes tipologías de producción, así como la publicidad y la autopromoción, se encuentran supeditadas y vinculadas entre sí por medio de la programación.

El cable y el satélite, sin embargo, no se encuentran tan determinados por los niveles de audiencia. No digamos ya las posibilidades que ofrece la nueva y prometedora televisión en la Web. Pero, tanto para los servicios básicos como para los servicios premium, existe una oferta programativa previa: para todos los gustos y para todos los colores, eso sí. La variedad de estos tipos de programación, sus filosofías, las estructuras de propiedad y las audiencias se multiplican, aunque bien es verdad que, a rasgos generales, se pueden definir por líneas de contenido o público objetivo.

Incluso en Hulu —la televisión del futuro—, donde se encuentran contenidos que no permite la televisión tradicional y donde ‘la larga cola’ se muestra en su máximo esplendor, la acción estratégica de las cadenas participantes, con una centralidad radicada en sus operaciones de orientación del consumo y de reconocimiento de la cadena, se deja apreciar.

Los departamentos de programación siguen unos esquemas similares en el mundo entero. Más allá de la confusión en la denominación de los puestos de trabajo y de la dificultad de definir un perfil profesional y humano para cada puesto de trabajo, la gran mayoría de las cadenas poseen un área estratégica, un área del qué hacer. Actualmente en ella sobresalen tres figuras claves: el director de antena, el director general de contenidos y un community manager o responsable de comunidad —generalmente integrado en las filiales interactivas de las cadenas—.

En televisión, el acierto o el error último de un programa es atribuido a la cadena antes que a la productora al actuar éstas generalmente por encargo y bajo los dictámenes de la cadena financiadora. El acierto o error depende, por tanto, del responsable de programación. Aunque se relajan —a veces mucho—, dichas pautas siguen vigentes en las plataformas interactivas.

El director de antena tendrá a su cargo lo relacionado con la imagen de la cadena —autopromoción y continuidad, una vez la composición de la rejilla se va evaporando—. El director de contenidos, en cambio, será el responsable de la producción, dando el visto bueno o no a un proyecto.

Por último, en los últimos años se está haciendo necesaria la función de un gestor de comunidad, quien debe ser la persona encargada acrecentar y, en cierta forma, defender las relaciones de la empresa con sus clientes en el ámbito digital, gracias al conocimiento de las necesidades y los planteamientos estratégicos de la organización y los intereses de los clientes.

En conclusión, si de verdad se quiere analizar las claves del éxito actual de las series televisivas no se deben dejar de estudiar cómo funciona la televisión en su interior. En este caso, la actitud de sus responsables, esa pequeña cosa que marca grandes diferencias, es clave en la puesta en marcha de ciertos mecanismos que, posteriormente, de forma indirecta si se quieren, influyen en lo que se produce.

Si los gestores de HBO no hubiesen apostado por hacer las cosas de modo diferente algunos años antes, ¿estaríamos discutiendo sobre tal éxito? Posteriormente, los otros canales han copiado sus estrategias de promoción y programación, tratando de presentarse como su equivalente y, al mismo tiempo, señalando sus formas de hacer como algo propio y distintivo. Pero eso ya es harina de otro costal.

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BIBLIOGRAFÍA

Bustamante, Enrique (1999) La television económica: financiación, estrategias y mercados. Barcelona: Gedisa, 2004

Cantor, Miguel G. (1980) Prime Time television. Newbury Park: SAGE Publications.

Contreras, José Miguel; Palacios, Manuel (2001) La programación de televisión. Madrid: Síntesis

Villagrasa, José María (1992) La producción de ficción narrativa en la televisión americana. Tesis UAB.