Espíritu de colaboración

Ese momento en el que mandas un email a un tipo de Buffalo solicitándole ayuda; ese momento en el que te contesta ayudándote y diciendo que contactes con un tipo de Leeds; ese momento que contactas con el de Leeds, te da lo que tú quieres de manera generosa y te manda hablar con un australiano; ese momento en el que el australiano te contesta y, entre todos, te solucionan el trabajo de, al menos, tres semanas. Esos momentos.

¿Se ha acabado la crisis?

Hace unos días leí una entrevista, que lancé vía Twitter, a Josep Oliu, presidente del Banco Sabadell. No dejo de pensar en el titular y en las respuestas que lo desarrollan. La crisis ya se ha acabado, dice. Sin tirarme flores, lo llevo pensando un buen tiempo. Obviamente, no se lo dije a nadie para que no me tacharan de loco o, peor, insensible con todos aquellos que no tienen trabajo o, de alguna u otra forma, lo están pasando mal. Pero es verdad: ya se ha acabado. Que este señor lo diga sólo refuerza mis convicciones. No hablo de los maremotos provenientes de la Bolsa, de las idas y venidas con el Impuesto de Patrimonio o de la maldita deuda nacional. Eso son cuestiones a nivel macro que, si bien afectan, no son determinantes.

Hablo de la forma de afrontar los problemas, de la búsqueda de trabajo, de los desafíos personales, de esas cosas que tanto afectan a nuestra vida personal y profesional. Las cosas no van a volver a ser como antes y, aunque a mí me parezca increíble, mucha gente todavía no se ha dado cuenta. Creo que serán mucho más necesarios los valores, las ganas de hacer cosas y la capacidad que tengas para desarrollar proyectos. En cualquier ámbito.

Es duro, pero es muy bonito. I’m in.

 

Más sobre la guerra del fútbol: los llantos de las radios

Lo tengo muy claro: las radios van a acabar pagando. Su llantos me recuerdan a aquellos dos paisanos, en los albores de la revolución industrial, que se reían de otro porque se le ocurrió vallar su terreno de campo, acotándolo: se llamaba propiedad privada y aquellos tontos no lo supieron ver venir. Como estúpidos turistas, se pensaron que el mar tan sólo estaba agitado cuando era un tsunami lo que venía. Ahora, que ya toman conciencia, atacan. Gandhi decía que primero te ignoran, luego se ríen de ti, después te atacan y entonces ganas. Roures es muy listo y va a ganar. El fútbol, más que otra cosa, es negocio. Ni bueno, ni malo: negocio. El argumento de los periodistas deportivos afectados diciendo que nunca se ha pagado es, como poco, irrisorio. Lo de la publicidad gratuita al fútbol o el derecho a la información ni siquiera lo voy a comentar detenidamente. Si radias fútbol es porque tú eres el primer interesado o, ¿qué pasa?, ¿que los anuncios entre gol y gol, entre pase y pase, que se escuchan por la radio son regalados? En cuanto a lo del derecho a la información, cuando muy a menudo lo que sucede es que se reúnen unos cuantos colegas para narrar el partido y decir lo que a uno se le antoje, me produce risa. Lo siento, pero es así.

Si no quieres pagar, no lo hagas: puedes radiar los partidos utilizando un televisor. De hecho, eso es lo que se hace en el 90 por cien de las narraciones televisivas; aunque se tengan los derechos sobre los partidos. Se llama ahorro de costes. Lo que pasa que mucha gente no lo sabe y piensan que siempre se acude al estadio.

Otra cosa es el hecho que la tecnología pronto supere ‘el problema’ y permita resolverlo a favor de las radios. Puede ser y es totalmente comprensible. Pero el problema ahora mismo es más económico y político, también de negocio, que futbolero o tecnología. Uno tiene los derechos sobre un determinado evento: si lo quieres, pagas; si no, largo. Los amos de la información, del negocio, suelen ir cambiando: el proceso es lento, casi imperceptible, pero, paradójicamente, siempre pilla con el pie cambiado al que estaba sentado en el trono.

He escrito varios post sobre la guerra del fútbol: este es un nuevo capitulo. Ahora atacan, entonces pierden. La cosa va de piratas y corsarios.

Telefónica como ejemplo

Un par de días atrás, Telefónica anunció una reorganización –¿un vuelco?— de su cúpula directiva y de su estructura como empresa. Uno de los mejores análisis que he leído ha sido este. Obviamente, hay muchos más: sólo hace falta poner  términos como Telefónica y reorganización en Google para encontrarlos.

Coincido con Ángel Méndez en que se trata de una decisión, al menos, valiente. Se trata de ir por delante de los acontecimientos y no por detrás. Cualquiera que sepa algo de gestión, sabrá que no es la principal característica de una gran empresa —por tamaño, por historia— como Telefónica es.

Además, pudiendo parecer una tontería, encuentro varias similitudes y diferencias entre el futuro de Telefónica y el de muchos jóvenes españoles; yo me encuentro entre ellos, al igual que la inmensa mayoría de mis amigos y conocidos. Los españoles vivimos bien, no nos podemos quejar. Tenemos lo suficiente para ser conservadores, aunque las cosas no vayan todo lo bien que deberían ir… Supongo que, en términos generales, tenemos lo suficiente para no poder quejarnos pero no tanto como para sentirnos satisfechos.

Todo el mundo sabe que Telefónica no obtiene los mejores resultados de su historia actualmente en España. Principalmente, esto se debe a la fuerte competencia que el sector de las telecomunicaciones ha experimentado en las últimas décadas y, en menor medida, a la fuerte crisis económica que, siendo mundial, afecta de forma especial a nuestro país. Aún así, la situación no es lo suficientemente desesperada para que Telefónica se líe la manta a la cabeza y decida llevar a cabo tal reorganización de su estructura. Sin embargo, lo ha hecho.

Sucede algo similar —en las causas, no en los efectos— con mis conocidos en España. Muchos de ellos son titulados universitarios, otros no. Casi todos, por una cosa u otra, están jodidos y ven el futuro con cierta amargura. Aún así, no nos engañemos, la situación no es lo suficientemente desesperada para que se líen la manta a la cabeza —mucha crisis, muchas gaitas; pero se vive bien— y decidan tomar las riendas de su propia carrera profesional y, porque no decirlo, de su propia vida. Por ende, no lo hacen. Y la situación se alarga hasta términos infinitos.

Telefónica no ha abandonado España, sino que la enmarca dentro de una estructura mayor, la transnacional. No es que se marche porque allí no hay nada que hacer sino que, estando las cosas como están, la única forma de vivir —no de sobrevivir, esto se puede hacer de muchas maneras— es apostando estratégicamente por ser global. Más tarde se podrá discutir si verdaderamente se es o no se es sin estar en los mercados estadounidenses y asiáticos, pero la intención es esa.

En cambio, muchos jóvenes no se atreven a dar el paso. Sé que algunos pensarán que tengo una visión demasiado romántica de cómo deberían hacerse las cosas. Yo no lo creo así: toco tierra bastante a menudo, me encargo de hacerlo de forma consciente. Con esto no quiero decir que las cosas sean fáciles: es mucho más fácil decirlo que hacerlo, por supuesto. Sin embargo, Audentes fortuna iuvat, o eso dicen.

Aunque en un principio puedan parecer malas noticias, es lo mejor que le podía pasar a una generación como la mía, lo suficientemente preparada para hacer todo, lo suficientemente acomodada para no hacer nada.

Naver, esa pequeña aldea coreana que resiste al Imperio de Google

Justamente ayer se cumplieron trece años del nacimiento de Google, motor de búsqueda que ha revolucionado nuestra forma de vivir. Pero, cuando parece que Google ha conquistado el mundo entero… voy yo y no pretendo hablar de él sino de Naver, su gran competidor local en Corea del Sur.

De hecho, no parece haber ninguna competición que valga: tal como indica la Wikipedia en su versión inglesa, Naver posee el 70 por ciento del mercado coreano, por tan sólo el 2 por ciento de Google.

La situación me recuerda habitualmente a las aventuras de Astérix y Obélix. Quizá debería haber empezado escribiendo algo así:

Estamos en el año 2011 después de Jesucristo. Toda la Aldea Global está ocupada por los algoritmos de Google… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles coreanos resiste todavía y siempre al invasor…

Bromas a un lado, existen varios factores que explican, o pueden explicar, el porqué de que Naver es líder de mercado en Corea del Sur. No es que sea muy científico, pero puede valer para hacerse una idea:

  1. Google no tiene suficientes elementos de arrastre en idioma coreano para satisfacer a los usuarios coreanos. Naver, al ser un producto completamente nacional, es mucho más eficaz: sus algoritmos dominan las búsquedas en caracteres coreanos mucho mejor que los de Google. Esto también ayudaría a entender lo que sucede en países como Rusia o China —en este último ahora no, Google no presta servicios—, donde Google encuentra muchas dificultades y no es líder en el sector. Así, a bote pronto, tengo dudas sobre la situación en Japón. Si tengo tiempo, investigaré sobre el asunto.
  2. El patriotismo de los coreanos es tal que generalmente apoyan a las marcas locales. Puede parecer estúpido, pero Corea del Sur ha sufrido una larga historia de guerras e invasiones y, en mi opinión, esto ha hecho que sean sumamente conscientes de la importancia del concepto país. No es algo que se pueda apreciar a simple vista, pero si uno es medianamente perspicaz, lo descubre de forma rápida. Por ejemplo, Samsung y LG, empresas originarias del país, poseen un fuerte bastión entre los suyos. Hasta aquí, esto suele suceder en el resto de país pero creo que esto es algo más acentuado en el caso de Corea del Sur, ¿por qué? Vamos al tercer punto para explicarlo mejor.
  3. Recuerdo que al estudiar economía, todos los profesores nos decían que los factores de producción eran: tierra, trabajo y capital. Pero, ¿lo decían todos los profesores? No, todos no; había uno —me reservo el nombre, seguro que no le gusta que lo utilice, aunque sea para alabarle— que incluía otro factor más y, de nuevo, si estabas lo suficientemente listo, te dabas cuenta del porqué de su insistencia: el cuarto factor competitivo, en el siglo XXI, es la tecnología. Creo que los coreanos esto lo saben muy bien: son especialmente proteccionistas en el ámbito tecnológico. Saben de su valor presente y futuro y la intentan cuidar, protegiéndola. Esto no quiere decir que no compren Iphones porque son de Apple y no de Samsung, pero lo que sí que es verdad es que cualquier producto o innovación por parte de sus empresas es apreciada por sus compatriotas.

Supongo que es una cuestión más de toma de conciencia y fomento de la innovación tecnológica de forma colectiva, dentro de una idea de nación, que de proteccionismo comercial. El otro día leí que la Economía Política no es más que lo que está detrás de lo aparente. Me gustó y hoy tan solo intenté explicar justo lo que está detrás de Naver de forma liviana y algo precipitada.