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Lo que Twitter trae consigo

Hoy quiero hablar de dos noticias. Quizá a algunos les parezca una tontería, pero en mi me parecen de gran importancia en el entorno de la comunicación.

Por un lado,  la noticia de la denuncia de Telecinco a Pablo Herreros, experto en el mundo de la comunicación. Por el otro, la de Lord Alistair McAlpine, ex asesor de Margaret Thatcher, quien quiere darle una lección a quienes difundieron en la red social los falsos rumores que le acusaban de abuso a menores, incluidos aquellos que retuitearon noticias o comentarios sobre el asunto.

[pullquote]Los dos casos muestran cómo han cambiado las reglas del juego.[/pullquote]

Ambas, por raro que parezca, están muy ligadas: muestran cómo han cambiado las reglas del juego. Y las dos están vinculadas, además, por la responsabilidad. La que tanto empresas como personas deben asumir.

Telecinco, pegándose un tiro en el pie en mi opinión, ha denunciado por amenazas y coacciones a un tipo de la calle, no vinculado a ningún otro grupo y con nada en contra de Telecinco salvo aquella acción concreta.

En su momento, alguien podría pensar que estaban desarrollando una estrategia de comunicación cuando intentaban negar las consecuencias que la acción de Pablo —la de las personas que se sumaron a su iniciativa y la de las marcas que retiraron su publicidad—. Nada de eso. Simplemente, es que no lo veían. No veían el cambio. Es algo que… me llama poderosísimamente la atención.

Pablo sólo puso nombre y soporte a lo que mucha gente sentía por aquel momento: algo que a todas luces es justo. Y lo hizo a través de mecanismos sociales que están ahí, al alcance de todos. Y que traen consecuencias para aquellos que no lo quieran ver: porque, a estas alturas del partido, es que no las quieren ver. No me creo que dentro de la propia Telecinco no haya gente que no sepa elaborar estrategias en el entorno social, que es bidireccional.

A estas alturas, pienso que lo han hecho sólo para meter miedo al pobre hombre. Si no, es de juzgado de guardia. No ven que las reglas de juego de su propio mercado han cambiado y, además, se olvidan de uno de los dos públicos al que toda cadena de televisión se dirije. En este punto, Enrique Dans lo dice mejor que yo:

Perdón por decir obviedades, pero… los espectadores no somos clientes de las cadenas de televisión. Los espectadores somos simples pares de ojos que constituyen la materia prima que las cadenas comercializan a sus anunciantes. Por tanto, lo lógico es que las protestas se estructuren ante aquellos con los que puedes ejercer algún tipo de presión, en este caso las empresas de las que eres cliente, cuyos productos consumes. Eres completamente libre, por mucho que proteste y se querelle Telecinco, de consumir lo que te dé la gana, o de dejar de consumir en función de cualquier criterio que se te pase por la imaginación, válido o no. Es perfectamente lícito y democrático convocar a otros consumidores a que no consuman por las razones que quieras. Y si un juez va y dice que eso constituye de alguna manera un delito, se equivocará y tendrá que ser rectificado por instancias superiores. Tal posibilidad es sencillamente impensable.

Además, está el asunto de lo que hasta ahora no se medía y, por supuesto, ya no se puede dejar de obviar. De nuevo, frase de Enrique Dans:

En su miopía, las cadenas de televisión se han acostumbrado a gestionarse según métricas incompletas, características del mundo unidireccional del siglo pasado: mientras el muestreo de los audímetros siga diciendo que el contenido funcionó y fueron líderes en una franja determinada, todo vale.

[pullquote]Bendita [o maldita, para algunos] bidireccionalidad.[/pullquote]

En cuanto a la segunda noticia, seguramente el tal Alistair McAlpine tenga razón. Como el tipo tenga tiempo libre —ojo, que está jubilado…— y algo de dinero, perfectamente podría ganar el juicio. Por muy estrambótico y friki que nos parezca, hay mucho que legislar en estos nuevos entornos. El daño causado al tipo en el caso de que no sea verdad lo que se difunde –como creo que se ha demostrado—, puede ser muy grande. Y tienen que existir mecanismos de defensa.

Mucha gente no se da cuenta de que Twitter es un medio en el que [casi] todo lo que se expresa es pura comunicación pública, con todo lo que ello conlleva: da voz a quien antes no la tenía, pero a la vez esa posibilidad debe ser ejercida con responsabilidad. Queda mucho por lidiar aquí, muchísimo. Habrá gente que lo aprovechará y otra que no. Además, los márgenes para hacer trampa, pueden —de hecho, está sucediendo— se hacen más pequeños.

Bendita [o maldita, para algunos] bidireccionalidad. Y que a estas alturas estemos hablando de esto…

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