Hallyu

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Ayer, mientras tomaba algo en un bar, me encontré la columna de David Trueba en el periódico, que habla sobre el Hallyu. En la sección de Pantallas. Coincido con él al cien por cien. Y es por eso que… copio y pego.

Basta echar una mirada a las celebraciones televisivas de la Navidad en televisión para darse cuenta de que el país está atrapado en su pasado. Cada año se reproduce la impotencia casi sarcástica de que las cadenas de televisión triunfen con refritos del archivo. Más que la gloria inalcanzable del pasado, lo tremendo es el ruinoso estado del presente. Incluso las aportaciones del día presentan un aroma caduco, que trata de excitar la agradecida memoria colectiva. Pero las generaciones futuras se pueden encontrar con un agujero cuando traten de rememorar nuestro tiempo. ¿A qué se dedicaban en los especiales de Navidad? A revisar los programas de hace veinte años y sus más populares cantantes y cómicos.

Hasta un triunfo global como el del coreano Psy con su Gangnam stylenos pone melancólicos si recordamos que hace no tanto nosotros ocupábamos ese espacio para el feliz descerebre mundial con laMacarena de Los del Río. Si le dimos alegría a sus cuerpos fue porque encarábamos la vida sin tanto cilicio, salidos de un periodo gris e improductivo, bastante desacomplejados para lo bueno y para lo malo. Los coreanos recuperaron el tiempo perdido con bastante más tino que los españoles. Fueron capaces de conceder, tras la dictadura, la preeminencia de su crecimiento a la educación y la innovación tecnológica. Abrieron centros culturales por todo el mundo porque además de conceder importancia a la tecnología de la comunicación, colocando la Samsung o LG entre las marcas más rentables, decidieron primar también la producción de contenidos culturales y de entretenimiento.

Un cineasta y novelista como Lee Chang-dong ocupó el Ministerio de Cultura y aunque fue descabezado, el país presume de controles a la dominación del cine americano. Se han convertido en líderes mundiales con sus telenovelas, capaces de inyectarlas en culturas hasta ahora vetadas al entretenimiento asiático, que han visto triunfar su Sonata de invierno entre otras. Y aunque la música pop se alza como su mejor exponente global, la Hallyu, la ola coreana, ha conseguido entre otras cosas multiplicar sus ingresos exteriores y aumentar el turismo en el país y el estudio de su lengua por extranjeros. Una receta bastante más inteligente que la destrucción y penuria que tan bien representan en Navidad las cadenas españolas.

De despidos, mediocres y cambios

El sábado se hizo oficial que El País, el principal periódico de tirada nacional, despedía a 129 de sus periodistas. Entre ellos, grandes nombres que han vivido gran parte de su extensa carrera profesional en él.

Una tragedia que, sin duda, no es principalmente culpa suya. Que gente como Ramón Lobo esté fuera, con su perfil, como corresponsal pero también como periodista bien integrado en el entorno digital, debería avergonzar a cualquiera.

Sin embargo, no hay que llevarse a engaño. La situación del grupo Prisa, en general, no es más que fruto de su pésima gestión en los últimos años, de la ausencia de crítica en el interior de la empresa y, por supuesto, de un gran cambio de paradigma en el mundo de los medios que no todos quieren ver. Ahora, cuando ya no hay nada que hacer, cuando ya es tarde, algunos protestan. Como ya dije en Twitter, parece que la gran mayoría se ha caído del guindo este fin de semana.

No conozco la redacción de El País, pero sí conozco el Grupo Prisa. Además, tengo información de primera mano de personas que han trabajado allí, en la redacción de la calle Miguel Yuste. Su política de contratación ha sido nefasta durante, al menos, quince años. Pero es ahora, cuando se toca a los trabajadores indefinidos, cuando se pone el grito en el Cielo.

Este es un problema extensible al resto de empresas de la sociedad española. Es un problema, quizá uno de los dos o tres principales, del país. Por si a alguien le interesa, pueden echar un ojo al trabajo que, durante años, llevando realizando la gente de ‘Nada es gratis’ o Politikon. Pero no deja de parecerme hipócrita o miope el verlo.

Lo cierto es que en el grupo existe una inflación salarial que quita el sentido. Las ineficiencias de gestión son tan evidentes, tan bestiales, que da vergüenza mencionarlas. Aunque puedo ofrecer mil y una anécdota.

Por supuesto, como me hacían ver en Twitter, esta inflación es asimétrica. Y esto es algo con lo que estoy de acuerdo. Siempre pagan los mismos y por eso mi queja de más arriba. Es verdad que los puestos de Dirección apenas se han tocado y que sus sueldos son más altos que los de redacción; pero también es verdad que esa inflación salarial, esos sueldos abultados, existían entre los empleados.

Cuando leí que algunos llamaban a un boicot al periódico o señalaban que @el_pais perdía seguidores a mansalva por el hecho de los despidos—como si no el propio medio no se estuviera haciendo el harakiri ya…—, hice una mueca cínica, ¿de qué servirá? ¿No ven el cambio? ¿Ni los problemas principales?

Y esto no va a quedar aquí. Una vez la purga de contratos temporales ya se ha hecho, toca el turno de los indefinidos y, para algunos, comienza la verdadera Crisis. Hasta que a uno no le toca, no lo ve. Entonces, cambia de perspectiva. O como Gonzalo Martín señalaba en la ‘discusión’ en Twitter, no es que no lo vean, es que no quieren perder sus privilegios. Ay, amigo, cuando te toca.

Más pronto que tarde, se producirán despidos en Sogecable. Volveremos a ver el mismo tipo de gregarismo estúpido que se ha producido ahora y también cuando se cerró CNN+.

Por otro lado, de importancia capital, está la pésima gestión del gurú de Cebrián, estandarte de una España que ha crecido a la sombra del poder político. Acercándose a unos, o acercándose a otros. De nuevo, no es un problema de Prisa. Es general. Lo estamos viendo. Lo estamos pagando.

Es tan nefasta su gestión que ha conseguido cargarse al principal grupo de comunicación en español en ¿cuánto? ¿cinco años? El ejemplo es de libro: se ha tardado veinticinco años en levantar tal imperio, bajo el mando de Polanco, y cuando se muere… no dura un asalto entre luchas políticas y operaciones innecesarias y rocambolescas. Ay, de aquella OPA a Digital+. Qué importante es la calidad directiva y cuánto la despreciamos en España. Con todo y con eso, este señor lo dice mejor que yo, “las mayores y más costosas ineficiencias son las de la dirección, aunque el castigo se lo estén llevando las redacciones”. Lo extiendo no sólo al mundo del periodismo, sino de la comunicación en general.

Es tal la mediocridad de los cuadros altos y medios en la empresa en España —salvo excepciones— que da hasta miedo. Son muchos los ejemplos. Y este es otro de los principales del país: la selección de sus élites. Estamos tan rodeados de mediocridad que uno intenta hacer algo y… se le echan encima. No es que no sepamos ser excelentes, es que ese espejo que la excelencia porta consigo hace ver la propia mediocridad al que es mediocre. Y hay cosas que no se pueden aguantar…

Si el problema del sistema laboral se soluciona en medio año, con ganas y buena dirección, este problema, el de la configuración de las élites y la búsqueda de la excelencia, nos puede llevar veinte años fácilmente. Y si nos ponemos ya, pero creo que quedará tocar más fondo. Porque se puede caer más bajo todavía, incluso quedarse estancado en el fondo del pozo. No lo olvidemos.

Por último, nos encontramos con el brutal cambio de paradigma de los medios. A estas alturas, quien no lo vea es, cuánto menos, estúpido. Todos los grupos de comunicación tendrán que ajustarse —cambiar de escala, como decía Gonzalo—. Los medios, hasta el día de hoy, juegan a ‘transformarse’, pero no dejan de ser lo mismo que ayer. Y no, no hay vuelta atrás: la gran mayoría de empresas caerán porque esta transformación tiene que ser honesta, radical y… eficiente. Estoy seguro de que caerán. Por no saber adaptarse, porque prefieren morir que cambiar. Y, en cierto sentido, así debe ser.