«La medición de la televisión social en España: concepto, evolución y posibilidades presentes y futuras»

El pasado día 11 acudí al III Congreso Internacional de Comunicación 3.0, en Salamanca. Presenté una comunicación sobre televisión social que llevaba por nombre «La medición de la televisión social en España: concepto, evolución y posibilidades presentes y futuras». A pesar de que la comunicación formará parte del libro del Congreso, adelante el .pdf que presenté.

El estudio de caso es muy, muy esquemático; con escasas conclusiones. La causa es la escasez de espacio. La investigación y trabajos sobre medición de audiencias en televisión que tengo entre manos son mucho más amplios y ya tendré ocasión de ir ampliando objetos de estudio, delimitación temporal, etc. Me interesaba tratar más otros aspectos, que están en el paper.

Aquí dejo el .pdf.

Lecturas: ‘Contra la cultura del subsidio’, de Marc Vidal

Acabo de terminar el libro de Marc Vidal. Me ha encantado. Escrito de una forma sencilla, no deja títere con cabeza a la hora de hablar de la sociedad española. Y… dice cosas que yo llevo pensando mucho tiempo. Pero, claro, él pone los puntos sobre las íes y es capaz de explicarlo mucho mejor.

Hace mucho escribía que la fórmula para salir de la crisis era mover el culo. Muchos conocidos se reían o hacían bromas. Pero, de verdad, que pienso que no es que sea una salida sino que es la única salida. Emprender, en su sentido más amplio, es lo que toca. Ya no hablo de montar una empresa —no todo el mundo vale, no todo el mundo debe querer— pero sí que, cada uno a su manera, tiene que currárselo. Nadie, absolutamente nadie, solucionará los problemas de la gente que no los mueva. Vamos a un mundo con una mayor desigualdad. Si nuestros padres vivieron un momento social en el que la clase media iba engordando y engordando hasta convertirse en la bases sobre la que se construía la sociedad, a nosotros nos tocará vivir un momento en el que dicha clase media se diluierá, haciendo que la clase alta y la clase baja engorden. Dónde se situará cada uno, depende —no exclusivamente, pero sí de forma determinante— en lo que cada uno haga. Es obvio que la crisis pasará pero… no va ser lo mismo para nadie. Muchas de las grandes mentiras no tendrán vigor y, quien pretenda vivir igual que antes, las va a pasar canutas. A nivel individual, social y, por supuesto, empresarial.

Una vez, en una clase de máster o curso de experto intenté explicárselo a los alumnos. Me salió a bote pronto —seguro que lo leí por ahí—, pero recuerdo sus caras de saber claramente a lo que me estaba refiriendo. Puse el ejemplo de un rombo y un reloj de arena. La concepción de la sociedad en la época de nuestros padres era la de un rombo: clases alta y baja estrechas y una clase media gruesa. En cambio, la nuestra será la del reloj de arena, con una clase media menguante, una gran capa social de clase baja y, por último, una clase alta más numerosa que antes. Mezclando conceptos, esta clase alta, no necesariamente rica pero sí acomodada en términos monetarias, se asociará a la clase creativa de Florida. Todo esto, con otros ejemplos y otras palabras, está reflejado en el libro Contra la cultura del subsidio: la microburguesía low cost y su escasa iniciativa empresarial.

Debo confesar que tenía muchas ganas de leerlo desde hace varios meses, pero el hecho de tener otros libros pendientes, el ir a la librería y no encontrarlo en alguna ocasión y… las múltiples cosas que uno tiene por hacer, no me habían dejado. He devorado el libro, muy sencillito de leer y bien escrito, en dos días. Algunos ejemplos ya los conocía, pues suelo leer a Marc en sus blogs (aquí y aquí), así como su cuenta de Twitter, pero la verdad es que el libro merece la pena. Es un chute de energía que elimina, o pretende eliminar, el anestésico con el que todos desayunamos. Tanta como la que él demuestra aquí.

Un intenso fin de semana

Por fin, tras unos cuantos años de espera, el pasado viernes 5 de octubre, ¡me doctoré! Podía haberlo hecho mucho antes, porque la tesis la tenía escrita pero, entre viajes de investigación, los trámites que se tienen que hacer en la eficiente* burocracia española y la llegada del verano, la lectura se aplazó hasta el mes de octubre.

Iba nervioso como pocas veces y, a causa de esto, la presentación no la hice como yo quería hacerla. Perfeccionista que es uno, oigan. Pero todo salió bien. Es especialmente difícil explicar tu trabajo de cuatro o cinco años en 30 minutos. Muy difícil. Una vez presentada, tocó el turno a los miembros del Tribunal: debían señalar qué les pareció mi tesis. Y, bueno, yo aquí perdí la noción del tiempo: se emplearon a fondo. Una de las cosas que me sorprendió —incluso lo reconoció el presidente del Tribunal— es la minuciosidad con la que se habían leído mi tesis.

Cualquiera que esté en el mundillo académico, y sin ánimo de generalizar, sabe que… se dan casos de que ni siquiera se la leen. Bien, pues a mí, me hicieron múltiples anotaciones, indicaciones de página y comentarios que mostraban que, no sólo se la habían leído, sino que su interés era muy alto. Vaya por delante que las objeciones, críticas y peros fueron múltiples y constantes, pero siempre en tono constructivo. Síntoma de que había mucho interés. Además, siempre, hacían hincapié en que mi tesis estaba muy por encima de la media con respecto a las que «habían leído en los últimos años» y que el objeto de estudio era (casi) inédito, muy ambicioso y difícil de estudiar. Yo, en palabras de un catedrático, «le había hincado el diente, bien hincado». Aunque pueda parecer tonto, todas esas críticas y objecciones a mi me sirven muchísimo, tanto para mejorar mi trabajo como para saber que ciertas personas me han leído.

¿El resultado? Sobresaliente Cum Laude por unanimidad y tres paellas, con su vinito correspondiente, en Casa de Valencia para celebrarlo. Luego, cenita con amigos. Y sábado y domingo más de lo mismo. Además, me hizo especial ilusión, el «homenaje» que mis amigos Javi y Raquel me dieron el domingo por la mañana: pidieron las llaves de mi casa a mi familia en secreto, se curraron una cesta llena de cosas para desayunar —no faltaba detalle, hasta zumo recién exprimido había— y, dejándolo en el rellano de mi puerta, se marcharon y, a la que se iban, tocaron el telefonillo. Todo esto a las nueve de la mañana, levantándonos de la cama y… sin saber quién carajo había puesto la cesta allí con sus correspondientes globos. Se marchaban riéndose y sin querer subir. Lo dicho, un gran homenaje.

Pero… el fin de semana no acababa ahí: el lunes, a las 8 de la mañana, conseguía que me despidieran de la empresa. En los últimos meses, trataba de llevar a cabo varios proyectos. Uno de ellos, muy relacionado con los Social Media. Es una situación rarísima la mía: sigo pensando que me han echado por hacer las cosas bien. Quizás, demasiado bien para lo que algunos podrían soportar. Demasiado bien en demasiado poco tiempo. Son muchísimos los que a día de hoy me preguntan: intento evitar detalles porque… de verdad que es feo. Se mezcla mediocridad, envidia y maldad y… uf, prefiero no pensarlo porque… no es lo mismo saber que hay malas personas en el mundo que vivirlo en primera persona. Eso sí, no puedo dejar de mencionar lo que me ha impresionado (supongo que será una lección vital) cómo gente buena, sin maldad ninguna, permite ciertos comportamientos o situaciones sólo… por miedo. Definitivamente, Burke tenía razón: para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada. He visto envidia en ojos de ciertas personas, de ese tipo en el que el envidioso ve en el otro algo que nunca podrá tener. Me ha hecho aprender mucho y darme cuenta de todo lo que puedo hacer.

Salvando muchísimo las distancias, pues no les llego a la suela de los zapatos, siempre que intento explicar qué ha pasado, me viene a la cabeza este post de Miguel del Fresno (punto 2, líneas 10-14) y esta entrevista a Gumersindo Lafuente (respuesta a la pregunta 10), pero aplicado al mundo de la televisión. No lo digo para que no piensen que soy un chiflado o un vanidoso. Pero, es la verdad. Y yo la sabía.

Además, resulta curioso pero… me siento más fuerte que nunca: sé lo que quiero hacer y… lo voy a hacer. Siempre tengo planes y proyectos entre las manos y fue curioso, cómo, al llegar el lunes a casa, me puse, con toda la tranquilidad del mundo, a seguir desarrollándolos. Siempre dije que tenía dos gorros, el profesional y el académico. Ahora toca seguir con la hoja de ruta, la que tenía en la cabeza y la que sé que, aunque se caigan proyectos, debo hacer. Y también sé que los proyectos nunca se caen, avanzan, retroceden, avanzan, retroceden hasta que son lo suficientemente maduros—este lo era— y caen en las manos apropiadas para desarrollarlo con éxito.

Lo último a comentar es… la enorme cantidad de llamadas, mensajes privados por redes sociales o Whatsapp que he recibido en los últimos días. Para mí, que me tengo por un chiquito de lo más normal, me ha impresionado. Ahora toca tranquilidad para tomar decisiones y en esto estamos: disfrutando de un día entero con amigos, en casita, sin hacer nada pero haciendo todo. Es gracioso cómo, para sentir el calor de tus verdaderos amigos, no hacen falta muchas palabras.