Soy Francisco Gallego. Nací en Madrid en el verano de 1983. Más que estudiar, me gusta aprender; aunque tengo la suficiente disciplina para cumplir los objetivos que me propongo. Esto último, proponerme retos nuevos, lo hago constantemente, algo que resulta bueno y malo al mismo tiempo.
Recientemente, finalicé mi doctorado sobre comunicación y gestión de empresas (Sobresaliente Cum Laude por unanimidad), bajo la dirección del catedrático Enrique Bustamante.
Además, hice un Máster en Analítica Web en 2012 y, desde entonces, trabajo en Unidad Editorial como analista web.
Algunas cosillas que dicen más de mí son que tengo pendiente finalizar estudios de Administración de Empresas, algo que descubrí que me encantaba y de la que me quedan pocas asignaturas.
En 2011, visité Seúl, Corea del Sur, y fui fellow en Soongsil University gracias al programa ASEM-DUO. Desde abril de 2012 hasta julio del mismo año, realicé una estancia de investigación en el Observatorio Europeo del Audiovisual, bajo la dirección del Dr. André Lange.
Anteriormente he trabajado para Sogecable —Canal+—, en el departamento de producción del área de Deportes, y en JEC Productions, pequeñísima productora audiovisual en Connecticut. Además, he sido fotógrafo para la Federación Madrileña de Fútbol, profesor de fotografía en Maine Academy y profesor de la asignatura de Historia en el IES Villablanca, instituto madrileño donde había estudiado la Secundaria unos años antes. Para pagarme los estudios, también realicé trabajos de los más variados. En concreto, uno de los que más orgullo me produce es mi labor en un bar como camarero durante muchos veranos donde, de forma resumida, y a pesar de no prodigarme mucho con el alcohol, aprendí ‘latín’.
A pesar de tener una infancia no demasiado fácil, siempre me he considerado como una persona muy feliz, tímida, alegre y curiosa. De hecho, no creo tener talentos especiales, pero sí soy profundamente curioso. También soy despistado en grado máximo. Dicen que tengo mala memoria y que me olvido de todo —pueden tener razón, no lo descarto—, pero yo creo que lo que sucede es que no me preocupan cosas del día a día que para otros son un mundo. Cosas de este tipo no dejan de extrañar, supongo.
Tras licenciarme en la universidad, decidí que aprender idiomas debía ser una obligación. Estuve durante diferentes periodos de tiempo en Inglaterra, Estados Unidos y Canadá. Además, cumpliendo un viejo sueño, pasé un verano en Roma junto a Marta —mi pareja— para aprender la lengua. Gracias a estas experiencias y a la mejora de los idiomas mediante el estudio, a día de hoy puedo decir que puedo pensar en español, inglés e italiano más que bien, aunque la calidad de éstos —los pensamientos— no sea todo lo elevada que me gustaría. Pretendo no olvidar lo que ya sé y aprender algún idioma más, pero ahora mismo no sé dónde me llevará la vida en pocos años: creo aprovechar el tiempo bastante bien —aunque siempre se puede mejorar—, pero todavía no hago milagros. Todo se andará.
Otros dos hechos que explican muy bien mi carácter son la pérdida de mi padre a temprana edad en enero del año 2000 y la leucemia mieloide aguda que me diagnosticaron en enero de 2003. A consecuencia de esto último, fui trasplantado de médula ósea a finales de ese año. Ambas fueron pruebas duras de las que creo he salido reforzado. Es curioso, pero no conozco a nadie que haya visto la muerte de cerca y haya dejado de correr. Todo ello, por producirse a una edad temprana, me ha otorgado un carácter que considero singular, aunque puede que sea simplemente un carácter. Algo que, por desgracia, creo que no todo el mundo desarrolla.
Además, en 2015, me casé con Marta y, al contrario de lo que dicen muchos, me lo pasé genial en mi propia boda, ¡repetiría!