Lecturas: ‘ La industria audiovisual en España: escenarios de un futuro digital’

Hace algunos meses que me enteré de la publicación de ‘La industria audiovisual en España. Escenarios de un futuro digital’. De hecho, creo que me bajé la versión en .pdf el mismo día o al día siguiente, no lo recuerdo bien. Se encuentra editada por la Academia de las Artes y de las Ciencias y la Escuela de Organización Industrial de Madrid. Además, es realizado bajo la dirección de Corporación Multimedia.

Tras echarle una ojeada en su momento, centrándome en aquello que era de interés prioritario, le he vuelto a dar uso estas últimas semanas: me parece una publicación oportuna y muy bien estructurada. Como bien dice Campo Vidal, pretende ser útil alumbrando el camino a académicos y profesionales del sector audiovisual.

En mi opinión, es la primera publicación que me encuentro que apunta de forma completa la vorágine de cambios en los que la televisión —y toda la industria audiovisual detrás— se encuentra envuelta. Como digo, toca diversos palos en diferentes capítulos: la destrucción de la cadena de valor tradicional, la configuración de una industria transmedia y cómo esto afecta —entre otros— a la producción y difusión de contenidos, la multitud de cambios legislativos producidos en el último año y medio —hablan de hiperactividad legislativa— o las grandes posibilidades que ofrece la investigación de audiencias de medios en el nuevo escenario digital.

Del mismo modo, aunque en mi opinión con alguna notable ausencia, ha recogido bastante bien el sentir de los profesionales del medio, realizando varias entrevistas y grupos de debate. La bibliografía y los recursos son, de nuevo, actuales y serias.

A mí me está sirviendo de mucho en mi propio trabajo de investigación. Sobre todo, en la forma de estructurar conceptos que, por novedosos y convergentes, no sabes bien cómo tratar.

Lecturas: ‘Vivir sin jefe’, de Sergio Fernández

Porque tenemos amigos comunes, hace poco tiempo que he terminado de leer ‘Vivir sin jefe’ de Sergio Fernández. Por el mismo motivo, llevo siguiendo la pista al autor y a su labor como coach y periodista durante un largo periodo. Y debo confesar que cada día me gusta más lo que cuenta.

Nunca me gustaron los libros que te dicen qué debes hacer o cómo debes hacerlo. Más si cabe en la apasionante aventura de emprender, ya sea en el ámbito personal o profesional, algo que, en mi opinión, es ‘personal e intransferible’. Y para eso, creedme, soy ‘raro, raro, raro’.

Sin embargo, derrumbando algunos de mis prejuicios, al leer ‘Vivir sin jefe’ me he encontrado con un libro ameno que relata de forma muy sencilla 50 errores que las personas con iniciativa suelen cometer en su día a día. Yo mismo me he visto reconocido cometiendo alguno de esos desaciertos diarios que, con un poco de esfuerzo, son fácilmente corregibles y te permiten disfrutar de esa pequeña tontería: vivir y hacerlo a tu manera sin tener por ello que renunciar a un desempeño óptimo de tu trabajo. Algunos de sus ejemplos o citas me han hecho sonreír, de verdad, porque son situaciones de lo más común que veo también en personas de mi alrededor.

El propio subtítulo del libro dice que es el libro idóneo para hacer que ‘ames trabajar por tu cuenta’ pero he escuchado al propio autor decir más de una vez que el hecho de que trabajes por cuenta propia u ajena es una anécdota: lo importante es tener iniciativa y trabajar en la dirección adecuada sin dejar de descuidar los pequeños aspectos que te hacen crecer. Bajo mi punto de vista, pretende ir más allá de esa simple anécdota e intenta hacer reflexionar a aquellas personas con intereses sobre cómo gestionar mejor su ‘negocio’: el de sobrevivir y el de progresar. Para mí, el ‘negocio’ de vivir.

Tras leer el libro, me viene a la memoria una cita que apunté mucho tiempo atrás: ‘Efforts and courage are not enough without purpose and direction’. No me cabe duda que ‘Vivir sin jefe’ puede ayudar a perfeccionar ese objetivo y esa dirección.

La productora y el doble problema económico-financiero III

Independientemente de las diversas posibilidades que puedan adoptarse en el proceso de negociación y contratación de una serie, por regla general, el proceso industrial nace en la figura del productor —ya sea en un gran estudio ligado a una televisión o en una pequeña/mediana empresa independiente—. A diferencia del cine, éste obtiene de la cadena la casi íntegra financiación de la serie: seguramente la haya convencido de una determinada idea o proyecto.

En el caso de la televisión, el problema financiero para el productor ejecutante de la obra, uno de los dos a resolver por su parte, se encuentra casi siempre resuelto de partida debido a la cobertura de la cadena que encarga el proyecto.

Queda por resolver, por tanto, el problema económico, aquel que si se resuelve positivamente consiste en que los ingresos sean mayores que los gastos para así obtener beneficios. Derivado del riesgo de ejecución que tiene la empresa productora por delegación, generalmente existen dos vías para solventar tal cuestión y son dos, por ende, las preocupaciones que un productor suele tener como ejecutante de cualquier producto audiovisual. La primera es tratar de mantener el programa cuantas más temporadas mejor; así,  el valor de la inversión será cada vez más rentable y su explotación en el mercado de segunda visión será más provechoso. La segunda es la de trata de reducir los costos de producción para obtener un excedente o beneficio industrial, en torno al 7-15 por ciento.

Estas tareas se encuentran hoy día, más si cabe, dificultadas por la competencia, los nuevos ritmos de producción y, sobre todo, la no negociación con las cadenas, quienes ofrecen una cantidad que suele estar determinada por el mercado y que obliga a las productoras a decidir entre tomarlo y dejarlo, sin ninguna otra posibilidad. De esta manera, en el caso de la ficción narrativa, se suele producir algo paradójico en la producción de una obra audiovisual: en lugar de desarrollar un plan de producción para con ello elaborar un presupuesto, se produce la situación inversa de, en función de un presupuesto, elaborar un plan de producción que, además, tiene que ofrecer un excedente del coste básico.

Por tanto, amabas vías, de alguna manera, se encuentran ligadas mediante el intento de realizar un producto audiovisual que, en el corto plazo, sea rentable en costes y, en el medio y largo plazo, sea de calidad para de nuevo dar un empujón económico al proyecto con la explotación de otros mercados.

La productora y el doble problema económico-financiero II

Desde los años sesenta hasta finales de los noventa, las cadenas nacionales norteamericanas no podían tener más de un 40 por ciento de programas elaborados bajo la fórmula de producción propia en hora punta. El sistema industrial de aquel país ha permitido la proliferación de un sistema de producción de programas sólido y estable. La mayor parte de la producción destinada al prime time ha tenido que ser encargada a compañías ajenas a la cadena. Esta demanda ha sido atendida históricamente por los departamentos televisivos de las grandes productoras cinematográficas y por un sinfín de productoras independientes. De esta forma, la producción de programas de ficción se ha adaptado a un mercado exigente, con unas reglas de funcionamiento muy asentadas que han permitido una consolidación de una industria fuerte y poderosa.

Por un lado, las grandes productoras cinematográficas, hoy ya parte de grandes conglomerados audiovisuales, se han convertido en las principales proveedoras de ficción. Sus divisiones televisivas, aunque con autonomía en el quehacer diario, poseen una estrategia empresarial muy vinculada a la de la compañía madre. El ejecutivo responsable de la producción de una major, perteneciente a la gran estructura económica, tiene la responsabilidad de que se mantenga el ritmo de rodaje acorde a la previsto y conseguir que los programas se mantengan lo máximo posible en antena para hacerlos interesantes de cara a la sindicación.

Por el otro, se encuentran los productores independientes. Surgidos en la década de los setenta del interés de sus dueños por proteger, controlar y desarrollar obras propias y bajo el umbral de una política legislativa favorable. Dirigen todos los aspectos técnicos y creativos —negociación con la cadena, guión, interpretación, etc—. Este tipo de productoras son, según palabras de Bustamante, ‘un sector vital para una industria audiovisual moderna, con mayor creatividad y flexibilidad ante los cambios de la demanda y mayor capacidad de generación de empleo’. Y es cierto que el florecimiento de las independientes, sobre todo en televisión, se basó en el talento creativo, en un abaratamiento de los costes frente a las grandes estudios y en el espíritu emprendedor, arriesgado e innovador, de sus dueños, muchos de ellos forjados en las grandes productoras filiales o en las televisiones.

La productora y el doble problema económico-financiero I

Si anteriormente se subrayaba la dificultad de alcanzar el éxito que una serie tiene y la importancia que tiene la cadena en la gestación de cualquier programa, el papel que ocupa la productora —más si cabe en el caso de la ficción narrativa— es fundamental como empresa ejecutante del proyecto. El proceso de consumo industrial de la obra televisiva nace, pues, en la producción, pasa inmediatamente por la difusión y se dispersa con posterioridad en la distribución. La producción y la difusión son las piezas claves en el medio, mientras que la distribución quedó como recurso residual . Sin embargo, la búsqueda de una audiencia más fragmentada está haciendo que esta último adquiera una importancia de gran calado estratégico.

Las opciones para una cadena de televisión pasan por elegir entre producción propia o ajena; hacer sus propios programas o comprarlos ya producidos. Tal como diferencia Bustamante, dentro de la producción propia se debe diferenciar entre interna, la totalmente realizada por el operador con sus propios recursos, y externa, que puede ser a su vez financiada, asociada o realizada en coproducción.

Por producción ajena se entiende la compra de derechos de antenas de programas producidos sin colaboración de la cadena —nacionales o importados– (Bustamante, 1999: 107-108). En los últimos años, se ha consolidado la tendencia a utilizar la forma de producción propia externa, en especial la financiada, debido a que permite una mayor flexibilidad creativa, un ahorro de gastos de desarrollo por parte de las cadenas, una delegación del riesgo de ejecución —factor importante y peligroso sobre todo en ficción y que es traspasado a la empresa productora—, así como la existencia de una legislación proclive a reforzar la estructura empresarial de empresas de producción independientes.

Lecturas: ‘Todo va a cambiar’, de Enrique Dans

Acabo de terminar de leer ‘Todo va a cambiar. Tecnología y evolución: adaptarse o desaparecer’ de Enrique Dans, profesor de Sistemas de Información en IE Business School desde 1990.

En primer lugar, señalar que es un libro muy ameno de leer para todo aquel que tenga interés en la nueva Economía Digital. Sin duda, es un libro muy americano. Y me explico: el autor te habla con gran sinceridad y, sobre todo, cercanía. Supongo que al principio, para todo aquel no esté acostumbrado extraña un poco, pero debo reseñar que, al contrario que otros muchos, el autor escribe de una forma sencilla y bien documentada. No me suele gustar que los libros lo escriban ‘amigos’, pero éste es una excepción: repito, está bien escrito y el autor sabe de lo que habla.

Para todos aquellos ‘emigrantes’ avanzados en lo digital, el libro no supone novedad alguna, pero siempre viene bien volver a escuchar que es imposible evitar que un producto compuesto por bits aparezca gratis en Internet pero que, a su vez, la distribución gratuita es una muy buena estrategia para difundir una obra o para vender productos relacionados, obteniendo gran relevancia en ella.

Por otro lado, debo decir que soy bastante escéptico en algunos de los planteamientos que Enrique Dans pone sobre la mesa. Entiendo que Internet ha supuesto un gran cambio en la forma de comunicarse y en la forma de hacer negocios. Ahora bien, la condición humana es la que es y todavía está por ver la supuesta neutralidad de la red o que no existan otras formas de proteger la propiedad privada. Todo se andará: demasiados interés creados. Curiosamente, el propio autor matiza algunas de las cuestiones de las que escribe y que han sido fuertemente criticadas.

Por ello, me siento más identificado con sus ideas tras las palabras ofrecidas en el blog. Recomiendo encarecidamente su lectura. El autor —por la ideas que sostiene— es todo un referente en el mundo de la empresa e Internet; si fuera americano —aunque desarolla una imagen personal del estilo—, tendría todavía más notoriedad; y, además, habla de cosas que, de un modo u otro, nos afectarán a todos nosotros. O mejor dicho, nos afectan ya a todos nosotros.