De ricos y de reyes

Xavier Colomés los prefiere ricos. Y yo creo que también. Me refiero a los gerentes, a los empresarios y a los emprendedores. El otro día hablaba de una teoría que se suele estudiar en el ámbito de la gestión de empresas. La verdad es que me picó la curiosidad y empecé a leer sobre ello.

Se trata de la teoría de Noam Wassermans, que se inicia con la simple pregunta: ¿qué buscan los empresarios y los emprendedores?

El autor diferencia entre aquellos que quieren ser ricos y aquellos que quieren ser reyes. La cosa va de ricos o de reyes. De dinero y de control, por tanto.

Pero empecemos por el principio: Wassermans es profesor de Harvard. De emprendeduría. Además, es autor de ‘The Founder’s Dilemmas’, entre otros libros. Estudia los ecosistemas en los que se desarrollan los proyectos más exitosos y se encuentra especialmente atraído por las decisiones ‘vitales’ que hacen que una empresa, en su sentido más amplio, triunfe o no. Según Wassermans, el éxito depende mucho de lo que se quiera llegar a ser y, por supuesto, de lo que se esté dispuesto a sacrificar.

Me explico: Wassermans se centra en el estudio de las decisiones que toda persona debe afrontar durante su carrera incluyendo aquellas decisiones que debe tomar antes de empezarla. El profesor se interesa especialmente por los emprendedores, pero creo que sus conclusiones pueden ser extensibles a otros ámbitos.

Se tratan muchos aspectos y factores pero, en el fondo, hay una cuestión a resolver: ¿rico o rey? Salvo excepciones, hay que elegir entre mantener dinero y control.

La charla con Colomés surgió a raíz de las dificultades que uno se encuentra como consecuencia de la resistencia al cambio. Hablábamos de ambientes de trabajo, de desarrollo de proyectos, de nuevas iniciativas y, por supuesto, de jefes.

Existen aquellos que quieren sacar proyectos y crear riqueza aunque tengan que renunciar al control y los hay que quieren mantener el control renunciando a cierta riqueza. Para mí, no hay color: mejor rico que rey. Aunque con un matiz, que explico dos párrafos más abajo.

Supongo que en entornos menos dinámicos, como los de las pasadas décadas, ser rey estaba bien: tenías control y cierta riqueza. Pero, en los tiempos que vivimos, tan dinámicos, es más importante saber delegar control y ocupar diferentes roles a lo largo del desarrollo.

Y aquí el matiz. Creo que lo más inteligente es ver el tema por etapas: primero se crea un proyecto, relegando riqueza y asumiendo riesgo. Luego se capitaliza perdiendo una cuota del poder pero generando ganancias, las que luego servirán para comenzar con un nuevo emprendimiento del cual se tendrá el poder total como al principio. No sé si sé explicarme bien, pero algo así sería. Con todo y con ello, si me dan a elegir, prefiero rico.

Todo esto me parece superinteresante. Si alguien quiere seguirle la pista más de cerca, aquí enlazo el blog de Wasserman.

Lecturas: ‘Contra la cultura del subsidio’, de Marc Vidal

Acabo de terminar el libro de Marc Vidal. Me ha encantado. Escrito de una forma sencilla, no deja títere con cabeza a la hora de hablar de la sociedad española. Y… dice cosas que yo llevo pensando mucho tiempo. Pero, claro, él pone los puntos sobre las íes y es capaz de explicarlo mucho mejor.

Hace mucho escribía que la fórmula para salir de la crisis era mover el culo. Muchos conocidos se reían o hacían bromas. Pero, de verdad, que pienso que no es que sea una salida sino que es la única salida. Emprender, en su sentido más amplio, es lo que toca. Ya no hablo de montar una empresa —no todo el mundo vale, no todo el mundo debe querer— pero sí que, cada uno a su manera, tiene que currárselo. Nadie, absolutamente nadie, solucionará los problemas de la gente que no los mueva. Vamos a un mundo con una mayor desigualdad. Si nuestros padres vivieron un momento social en el que la clase media iba engordando y engordando hasta convertirse en la bases sobre la que se construía la sociedad, a nosotros nos tocará vivir un momento en el que dicha clase media se diluierá, haciendo que la clase alta y la clase baja engorden. Dónde se situará cada uno, depende —no exclusivamente, pero sí de forma determinante— en lo que cada uno haga. Es obvio que la crisis pasará pero… no va ser lo mismo para nadie. Muchas de las grandes mentiras no tendrán vigor y, quien pretenda vivir igual que antes, las va a pasar canutas. A nivel individual, social y, por supuesto, empresarial.

Una vez, en una clase de máster o curso de experto intenté explicárselo a los alumnos. Me salió a bote pronto —seguro que lo leí por ahí—, pero recuerdo sus caras de saber claramente a lo que me estaba refiriendo. Puse el ejemplo de un rombo y un reloj de arena. La concepción de la sociedad en la época de nuestros padres era la de un rombo: clases alta y baja estrechas y una clase media gruesa. En cambio, la nuestra será la del reloj de arena, con una clase media menguante, una gran capa social de clase baja y, por último, una clase alta más numerosa que antes. Mezclando conceptos, esta clase alta, no necesariamente rica pero sí acomodada en términos monetarias, se asociará a la clase creativa de Florida. Todo esto, con otros ejemplos y otras palabras, está reflejado en el libro Contra la cultura del subsidio: la microburguesía low cost y su escasa iniciativa empresarial.

Debo confesar que tenía muchas ganas de leerlo desde hace varios meses, pero el hecho de tener otros libros pendientes, el ir a la librería y no encontrarlo en alguna ocasión y… las múltiples cosas que uno tiene por hacer, no me habían dejado. He devorado el libro, muy sencillito de leer y bien escrito, en dos días. Algunos ejemplos ya los conocía, pues suelo leer a Marc en sus blogs (aquí y aquí), así como su cuenta de Twitter, pero la verdad es que el libro merece la pena. Es un chute de energía que elimina, o pretende eliminar, el anestésico con el que todos desayunamos. Tanta como la que él demuestra aquí.

Innovar… no es divertido

Hace poco leí un tuit que me hizo mucha gracia. Venía a decir algo así como que una ardilla podría cruzar España de evento en evento para emprendedores sin tocar el suelo. Está de moda y… hace mucho daño. Entiendo que la situación en España es de ruina total y que las únicas salidas para muchos está en emprender. Lo cual es cierto.

Todo mi respeto para aquel que tiene un proyecto y lucha por sacarlo adelante. Aunque a mí ese proyecto no me interese en absoluto, sólo luchar por algo o alguien da respeto en esta vida. Esta última frase es letra de canción, pero ahora mismo no recuerdo de cuál.

Sin embargo, emprender no es un juego de niños. Hay quien se lo toma a broma: lo pagarán otros. Como siempre. Ahora, hasta dan subvenciones a emprendedores, algo que me parece totalmente contradictorio: ¿para qué cojones quiero yo una subvención administrativa si lo que tienen que hacer las Administraciones es echarse a un lado y dejar hacer?

Emprender no es fácil y, por mucho que te ayuden —nunca, nada, lo hace una sola persona— la sensación normal de alguien que lo intenta es una: estar solo.  Y eso, amigo, no es divertido. Ni fácil. Aunque, repito, sean muchos los que te ayudan y estés rodeado de gente que te quiere.

A algunos de esos que se lo toman a broma les reconocerás porque practican el noble arte del canapé: están en todos los vinos españoles de esos eventos que comentaba, pero no van buscando desarrollar un proyecto sino que… van con un CV debajo del brazo o, peor, sin CV ni proyecto. Lo que hacen suelen denominarlo como networking, pero sólo es menear la perdiz porque… es lo que toca y está de moda. Tengo la teoría de que, en esta vida, si quieres conocer a alguien lo conoces, tanto en la vida profesional como en el ámbito personal: no hace falta irse de copas ni ser amigo de nadie. Si eres serio y responsable, vienen solos: la mala noticia es que hay que trabajar duro, la buena es que no hay muchos que trabajen.

En cuanto a los del canapé, yo no sé si les engañan o son ellos mismos los que se quieren engañar. Lo que sí que sé es que es triste. Muy triste.

Para emprender hay que tomar riesgos, ya sean estos quedarte sin blanca —mucho más habitual de lo que muchos piensan– o arriesgarte a que te partan la cara por atrevido.

Lo del dinero es casi lo de menos, de eso se recupera uno y no hay mal que por bien no venga. Pero lo que la gente no suele perdonar es que tengas una idea, un sueño o un simple proyecto y que tengas el valor de luchar por ello. Es entonces, y sólo entonces, cuando irán a por ti: si tienes un coche muy grande —más grande que el de tu vecino, quiero decir– aunque no te lo puedas permitir, no sólo te lo perdonan sino que te admiran; si eres falso e hipócrita inclusive con los tuyos, no sólo te lo perdonan sino que te admiran; si además de ser mediocre te vanaglorias de ello, no sólo te lo perdonan sino que te admiran. No se lo puedes achacar a nadie en concreto, pero lo sientes: están esperando a que te pegas el batacazo porque tener una idea, pensar de forma independiente, está mal visto. De nuevo, no es que sea algo insuperable, pero no es divertido.

Para emprender, para ser innovador, hay que ser extremadamente egoísta y, a la vez —algo curioso, por contradictorio—, extremadamente humilde. Egoísta y ambicioso para tomar conciencia de que lo puedes hacer; humilde y sincero para ejecutar el plan. Por motivos que no alcanzo a entender, a la gente no les gustan los cambios y activa un mecanismo de autodefensa. Llámalo como quieras, pero creo que eso lo que sucede.

Si me hubiese frenado con el primer no recibido, no habría hecho nada. Absolutamente nada. No deja de ser curioso contemplar ese proceso psicológico en el cual los mismos que te decían que no irías a ningún lado acaban alabando tu tenacidad y buen tino. No es que lo hagan adrede o con mala intención, simplemente es que no lo ven. No es mejor ni peor, a ti se te escaparán otras muchas cosas, pero ellos no suelen tener la visión que tú sí tienes sobre un hecho concreto. Si uno lo piensa, es bastante simple.

Pero es que, además, emprender es fracasar. Una y otra vez. Y esto sí que, definitivamente, no tiene nada de divertido. Dicen que el éxito tiene muchos padres, pero el fracaso uno solo. Por lo general, si eres lo suficientemente pringa’o –con un par de principios morales que tengas, lo eres— tú serás el fracasado. Sí, no mires a los lados: serás tú. Siempre pasa.

Cuando digo que no es divertido no es por las hostias que te pega la vida, no: al fin y al cabo, a eso le acabas pillando el gustillo y hasta pones la cara en la próxima ocasión. Pero lo que personalmente a mí más me afecta son las decepciones personales por miedo y por maldad. No las entiendo. A veces pienso que la inmensa mayoría de la gente es mala por miedo: presiones para no hacer cosas, pequeñas zancadillas de gente en la que tenías confianza, luchas de egos por asuntos nimios y gente que sucumbe al miedo… convirtiéndose en peor persona. Cuando uno intenta hacer cosas nuevas, innovar —sea lo que sea eso– este tipo de situaciones están a la orden del día. Y no, no son divertidas.

Creo que es por eso por lo que me tomo las cosas tan en serio, siendo duro con los que considero irresponsables y no toman con el suficiente respeto, de forma consciente o inconsciente, a los que de verdad lo están intentando.

Sobre hacer el ganso, proyectos, ilusiones, idiotas y otras historias de gestión

En los últimos días, he recibido comentarios críticos sobre proyectos que llevo a cabo, sobre proyectos que quiero llevar a cabo y sobre proyectos que personas cercanas a mía llevan a cabo o quieren llevar a cabo.

A mí personalmente no es que me importen muchos las críticas/alabanzas. O, mejor dicho, no es que no me importe lo que la gente opine de mí o de lo que hago, es que no doy la misma importancia a todas las opiniones. Algunas opiniones me interesan más, otras menos. Simple.

Sin embargo, sí que veo que a gente de mi alrededor, quizá con un carácter diferente al mío, le afectan comentarios que minusvaloran la ilusión con la que se inician proyectos colaborativos. Es fácil despreciar algo a la ligera, sin estar atento al valor de las ideas o de la fuerza de la colaboración. Te pueden tachar de ganso, siendo el ganso —de otro tipo, claro está— el que aporta el comentario. Y para llevar a cabo proyectos, casi todos en la vida, se necesita la ilusión y la fuerza de varios.

El 90 por ciento de los logros son actitud: se necesita mucha confianza en uno mismo para iniciar cualquier cosa. Y sin esa actitud e ilusión, uno está jodido. Si no se tiene, lo que podía haber salido bien, saldrá mal. Pero no es porque la idea no valga, es porque no te has esforzado lo suficiente. Porque no has colaborado lo suficiente. Porque te has rendido ante la opinión de terceros, cuando éstos ni siquiera ven lo que tienen delante.

Al hilo de todo esto, me he acordado de una campaña —o spot, no lo recuerdo bien– de una empresa publicitaria —creo que Saatchi & Saatchi—, que es toda una lección de cómo se gestionan equipos y proyectos. La idea se presentaba en vídeo y, junto a imágenes de gansos, ofrecían varias citas o textos. Seguro que está colgado por alguna parte.

Para unos y para otros, aquí dejo los mensajes:

Aprendamos de los gansos.

Cada vez que un ganso aletea, genera un impulso para los que le siguen.

Volando en formación de V, la bandada aumenta en un 71 por ciento la distancia recorrida.

Lección: aquellos que saben trabajar en equipo alcanzan sus objetivos más fácilmente, porque viajan confiando unos en otros.

Cuando un ganso abandona la formación, enseguida siente la resistencia del aire al volar solo y rápidamente vuelve a su posición para aprovechar el impulso de los compañeros que tiene delante.

Lección: si aplicamos el mismo sentido común de los gansos, seguiremos en formación para conseguir llegar donde queremos. Debemos estar dispuestos a dar y recibir ayuda.

Cuando el ganso líder se cansa, se pone en la cola y es relevado inmediatamente por otro.

Lección: siempre es beneficioso turnarse en los trabajos duros. Debemos respetar y proteger la capacidad y el talento individuales para potenciar los recursos del grupo.

Los gansos, volando en formación, graznan para animar a los demás a mantener el ritmo.

Lección: debemos asegurarnos que nuestra comunicación motiva. Si el grupo está motivado, siempre producirá más.

Cuando un ganso enferma, dos gansos salen de la formación y le acompañan a tierra para ayudarlo y protegerlo.

Lección: si aplicamos el mismo sentido común que los gansos, permaneceremos unos junto a otros, en los buenos y en los malos momentos.

Haz el ganso. Haz el ganso. Haz el ganso.

Para los gansos, los que vuelan y los que no. Esto último lo aporto yo.