La nueva televisión digital

He acudido esta tarde a la presentación del dossier central del número 84 de la revista TELOS, correspondiente a julio-septiembre de este año. Han intervenido Carmen Fuente Cobo, que es profesora de Ética y Deontología de la Información; Eduardo García Matilla, también profesor y presidente de Corporación Multimedia; Eladio Gutiérrez Montes, ex presidente de Impulsa; y Enrique Bustamante, catedrático de Comunicación Audiovisual y moderador del evento —por cierto, también es director de mi tesis doctoral en la Complutense—.

Este número me interesaba especialmente porque analiza el devenir de la televisión digital centrándose en la producción y difusión de contenidos. Primera y gran conclusión —aunque no nueva—: quien tenga el contenido tendrá el poder y muchos de los movimientos empresariales por parte de los grandes grupos que estamos viviendo en los últimos meses van encaminados a ello. Otra vez. Curiosamente, los dos últimos posts los he dedicado al asunto.

Además, García Matilla también ha hecho hincapié en lo importante de ser la empresa a la que el usuario final —el consumidor— ponga cara. Me explico —o, mejor, García Matilla explica—: en un nuevo panorama, en el cual la cadena de valor tradicional está completamente rota, ser la empresa que ofrezca el producto final al usuario y que, por lo tanto, atraiga a los anunciantes será fundamental en la consolidación de la misma. Como señalaba, esto incumbe a grupos de comunicación tradicional —prensa y audiovisual—, telcos y, por supuesto, agregadotes de Internet.

Últimos apuntes de este señor, al que conozco con anterioridad de varias charlas —mucho más cercanas— durante el Máster de Producción Audiovisual: metodología, investigación y colaboración. Recetas para afrontar la nueva situación, que comparto completamente. Eso sí, quizá sea algo más escéptico en su valoración de las oportunidades españolas en el sector a nivel internacional. Dice Matilla que la revolución digital pone a todos los países, a todas las empresas en la línea de salida —espero haberlo entendido bien—. Sin embargo, en mi opinión, podemos tener talento, podemos tener la infraestructura necesaria, pero no tenemos unos mandos medios intermedios con iniciativa en esas empresas campeonas nacionales que deben tirar del carro. Y no es por falta de ganas de que suceda.

A vuela pluma, me quedo con dos ideas de Eladio Gutiérrez: la necesidad de un regulador que aglutine de forma convergente y sea árbitro en el nuevo panorama audiovisual, y la falta de unidad en el sector. He sido y soy partidario de la formación de un Consejo audiovisual independiente que regule el sector audiovisual, pero más al estilo OFCOM. En España, la CMT, a pesar de ser para mí un organismo con gran legitimidad moral, no trataba los asuntos estrictamente audiovisuales como se merecían. Ahora bien, la creación de CEMA bien puede no servir sin una intensa y fructífera colaboración con ella que, como su nombre indica, se encarga de las telecomunicaciones.

Por último, señalar que la presentación, sin estar la sala completamente llena, ha registrado una gran entrada. Muchos profesionales que, tal como he palpado, le van teniendo ganas a Google y pronostican el batacazo de su televisión. Varios argumentos me han descolocado un poco y me han hecho ver que se me escapan varios asuntos relacionados. Me pondré al día.

Globalización y medios de comunicación

La globalización es, sin duda, uno de los fenómenos más consolidados política, económica, tecnológica, social y culturalmente en los últimos años. En todas las disciplinas, son tantos los autores que la bendicen como aquellos que alertan de sus inconvenientes. De lo que no cabe duda, sea éste un fenómeno nuevo o una continuación de la internacionalización, es que su incidencia actual en todos los ámbitos de la actividad humana es enorme y que, por consiguiente, produce, a primera vista, importantes cambios: en lo comunicativo, los espacios se destruyen; en lo legislativo, se tiende a la liberalización y a la normalización; en lo empresarial, se aceleran los procesos integradores e internacionalizadores; y en lo cultural, se resucita la idea de diversidad.

En lo referido a los medios de comunicación, ha supuesto una presión hacia los sistemas controlados por el Estado y antiguos monopolios públicos que, por un lado, ha beneficiado a la competencia en áreas amenazadas debido al incremento de la oferta de información y, por otro, ha potenciado la colonización empresarial a nivel mundial por parte de grandes grupos ya asentados previamente y que partían con ventaja.

El mercado global de la comunicación

En un documento de noviembre de 1989, elaborado como plan de trabajo para impulsar el crecimiento económico de los países latinoamericanos —en ese momento en crisis económica—, John Williamson promulgó lo que, meses más tarde, se conocería como el Consenso de Washington[1]. En él se proponían una serie de fundamentos económicos e ideológicos que, durante toda esa misma década y la siguiente, se convirtieron en un programa general que no sólo abarcaría a los países en los que se había pensado primeramente. De forma resumida, dichas políticas se resumían en diez principios macroeconómicos que debían regir la economía y política internacional. En concreto, el sexto, el séptimo, el octavo y el noveno punto hacían referencia a la liberalización del comercio internacional, la liberalización de inversiones extranjeras directas, a la privatización de las economías y a la desregularización de los mercados respectivamente (Williamson, 1990: 7-20).

En el ámbito de la comunicación, no de forma casual, en el mismo año se produjo la fusión entre Time Inc. y Warner Communications que, entre los expertos, es considerado como el punto de partida de la oleada de operaciones de concentración e integración empresarial y medidas legales de carácter desregulador que afectaron a Estados Unidos primero y al resto del mundo después. Es cierto que, como afirma Mora Figueroa, si bien estos procesos no supusieron novedad en cuanto a intentos de concentración e integración, sí lo hicieron en cuanto a la ambición por crecer en tamaño, sinergias e internacionalización (Mora Figueroa, 2009: 55-56).

Entre otras operaciones, en 1993 se produjo la compra de Paramount Communications por Viacom; en 1995, la compra de Turner Broadcasting System —propietaria del canal de noticias CNN— por Time Warner y la de Capital Cities —propietaria de la cadena ABC y el canal ESPN— por Walt Disney; en 2000, la fusión de Viacom y CBS, de Vivendi y Canal+ y la creación del grupo RTL por parte del grupo Bertelsmann. Además, ese mismo año se dio la fusión entre AOL, el mayor proveedor de servicios de Internet del momento, y Time Warner, el mayor grupo de comunicación.

A lo largo de la década se siguieron produciendo operaciones empresarialmente expansivas pero, paradójicamente, también se comenzaron a dar en el sentido contrario. Esto se explica porque algunas de estas grandes empresas, aún manteniendo sus políticas de ampliación y concentración corporativistas, redefinieron su estrategia y comenzaron a desvincular unas facciones empresariales de otras con el fin de realizar sinergias de una manera más eficiente. En este periodo, las propias compañías se dieron cuenta de que el sistema no funcionaba y que tenía graves errores de base: evolucionaron hacia configuraciones empresariales diferentes, más cercanas a lo audiovisual y menos al área de las telecomunicaciones. Así, en 2004, Vivendi Universal se hizo con la compañía de televisión NBC; el 31 de diciembre de 2005, intentando buscar un mayor dinamismo y una valoración bursátil que hasta ese momento no era la esperada, Viacom y CBS se separan, manteniendo el mismo dueño y los mismos accionistas; en 2008, la propia CBS adquiere Cnet, coloso mundial de nodos de información tecnológica; y en 2009 Time Warner escinde de su casa matriz, primero, su sección dedicada al cable —Time Warner Cable— y, más tarde, AOL. Por último, en 2010 se produce la compra de Metro Goldwyn Mayer por parte de Sony y la consolidación de la venta —acordada el año anterior— del 20% de NBC a General Electric. Para rematar esta última operación, tras dicha consolidación, General Electric vende el 51% de NBC Universal a la operadora de cable Comcast.

Este proceso concentrador e integrador, definido por Armand Mattelart como búsqueda de un mercado único de imágenes, a pesar de haberse consolidado mundialmente, no ha encontrado históricamente la misma respuesta en Estados Unidos que en Europa (Mattelart, 1998). Para poder analizar un poco mejor lo que sucedió y sus consecuencias, se hace necesario introducir algunos conceptos y mostrar diferencias. Una de mis pretensiones al inaugura este blog es hacerlo. Además, intentaré analizar, con el mayor rigor posible, los grandes grupos de comunicación actuales y sus estrategias de concentración e integración vertical, que rigen la lógica empresarial y son de gran interés para una mejor comprensión de la configuración de los diferentes, viejos y nuevos, sistemas audiovisuales que han existido o comienzan a existir. La teoría de la organización industrial[2], que es la parte de la economía que estudia cómo se organizan los productores en los mercados, me será de gran utilidad. Aunque sólo sea porque no existe nada nuevo salvo lo olvidado.

BIBLIOGRAFÍA

Mattelart, Armand (1998) La mundialización de la comunicación. Barcelona: Paidós

Mora-Figueroa, Borja (2009) El mercado global de la comunicación. Éxitos y fracasos. Navarra: EUNSA

Williamson, John (1990) What Washington Means by Policy Reform? Washington, D.C.: Institute for International Economics


[1] Hay que puntualizar que por “Washington”, Williamson entendía el complejo político, económico e intelectual que tiene sede en Washington: los organismos financieros internacionales —el FMI y el Banco Mundial—, el Congreso de los EEUU, la Reserva Federal, los altos cargos de la Administración y los institutos de expertos económicos. La corriente de pensamiento que originó es la conocida como Neoliberalismo y que, salvo excepciones, ha sido la corriente principal durante todos estos años.

[2] Sheperd la define como la rama de la economía que se dedica a cómo funcionan las empresas dentro de una variedad de estructuras de mercado y a cómo satisfacen el interés público (Sheperd, 1979).